miércoles, octubre 9 2024

Sobre nosotros
  • idealist

De la Puna jujeña a Harvard: las mujeres Warmi hacen escuela con su red de microcréditos

LUNES 15 DE AGOSTO DE 2016

Trabajando con el modelo del Banco Grameen, impulsan proyectos de desarrollo en una de las zonas más olvidadas del país

Rosario Quispe lidera la organización que reúne a 3600 socios
Rosario Quispe lidera la organización que reúne a 3600 socios. Foto: Enviado especial / Diego Lima

ABRA PAMPA, Jujuy.- A 3650 metros de altura, en la Puna jujeña, una estación de servicios tiene la «W» en sus tanques. Algunos turistas que se paran a cargar nafta la miran desconcertados y preguntan qué marca es. «Las Warmi», dice el empleado como si estuviera mencionando una marca del top ten mundial. Es que en Jujuy estas mujeres son marca registrada.

Impulsadas por la líder colla Rosario Quispe armaron una red con 3600 socios, dan préstamos para emprendimientos y fueron a Harvard a contar su experiencia.

En plena crisis de 2001, a las Warmi los números le daban bien; habían recibido un préstamo en dólares de la Fundación Avina y todos los balances de sus emprendimientos daban positivos.

Tenían recursos para invertir y la estación de servicios estaba abandonada y en venta. La compraron. «Para nosotras fue como comprar un avión; éramos empresarias -recuerda Quispe ante LA NACION-. Estábamos felices, ni imaginábamos los dolores de cabeza que nos traería, pero seguimos», explica la dirigente indígena.

En el listado de emprendimientos de las Warmi figuran el primer centro de Internet de Abra Pampa, ahora convertido en un aula de capacitación, y una curtiembre de llamas que cerraron por una «cuestión de principios». Quispe admite que si luchaban contra el pasivo ambiental que la fundidora de plomo Metal Huasi dejó en la zona, «nos podíamos contaminar nosotras».

Por razones similares rechazaron la propuesta de instalar una fábrica de cerveza en la Puna: los índices de alcoholismo son altos y la organización no quería contribuir a profundizar el problema.

Otros proyectos no se concretaron porque los técnicos asesores, según las Warmi, no terminaron de comprender la cultura de la Puna y quisieron imponer criterios «imposibles» de seguir. Mantienen su centro de venta de artesanías -compran a quienes hacen trabajos en las 115 comunidades collas de la Puna-, la asociación con la hilandería Palpalá y el sistema de financiamiento a iniciativas.

Quispe está orgullosa de las empresas sociales que fueron poniendo en marcha, «con aciertos y errores, fuimos aprendiendo». Tiene decenas de anécdotas de los procesos de nacimiento de la elaboradora de sal de Cerro Negro, de los criaderos de trucha de Cusi Cusi y Alfarcito, o de los cultivos de papines andinos.

Mirta Andrada, encargada de las finanzas Warmi, explica que tienen 80 fondos comunitarios en funcionamiento, todos alimentados por los 700.000 pesos que administra la organización central. Llevan otorgados unos 4000 microcréditos en una década; en la actualidad, el promedio de cada préstamo oscila entre 8000 y 10.000 pesos.

Financian desde obras para terminar una casita hasta la compra de herramientas de trabajo, pasando por el alambrado de un corral. Las comunidades presentan la iniciativa después de haber hecho una primera evaluación de su impacto en la calidad de vida y de las posibilidades de pago.

Andrada asegura que el índice de recupero es «total, sólo puede haber algún atraso en la cuota; es la única manera de que podamos seguir prestando».

Todo el sistema se basa en la confianza, en la palabra; no hay garantías. Se acuerda el préstamo y la forma de devolverlo. El esquema es muy similar al Banco Grameen, creado por el economista indio Muhammad Yunus; en el caso de las Warmi se basa sobre los fundamentos de la cultura y la organización colla.

Nacimiento y crecimiento

Las Warmi surgieron no con un objetivo económico, sino con la intención de mejorar la salud de las mujeres de la Puna. A mediados de los 90, por un caso familiar, Quispe se interiorizó y descubrió que el cáncer de útero era una suerte de epidemia en la región. Empezaron a trabajar con médicos voluntarios y Avina las contactó para premiarlas, así surgió la relación entre las dos instituciones.

«El cáncer sigue siendo un problema, no pudimos hacer lo que queríamos. Hoy no trabajamos más en salud porque los costos son muy altos, necesitamos que el Estado se haga cargo, que llegue con atención a los parajes porque las mujeres no hacen más de 300 kilómetros para ir al hospital», se lamenta Quispe.

La asistencia técnica de Avina fue clave para la organización del sistema de microcréditos y para la evaluación de la sustentabilidad de los proyectos.

A Quispe todavía le asombra que a la Universidad de Harvard le sorprendiera la experiencia de la Puna: «Les interesaba que contara cómo es que prestamos a los pobres y no tenemos morosos, que compartiéramos nuestro trabajo para que la gente no se vaya porque ésa es la salida acá cuando no se tiene nada».

Disertar en Harvard y recorrer comunidades aborígenes de los Estados Unidos le permitió, hace unos años, «entender que estábamos en el camino correcto, que hacíamos lo necesario para que las comunidades no se desintegraran».

«¿Qué es ser emprendedor? -repite la pregunta de LA NACION y contesta-. Acá nacemos emprendedores; trabajamos en el campo, pastamos animales, cultivamos. Lo que necesitábamos era quien pudiera poner todo eso en papeles, ordenarnos.»

Ahora el objetivo de las Warmi es que la hilandería Palpalá traslade sus instalaciones a Abra Pampa para lo cual se encuentra en negociaciones con sus socios. «Nos capacitamos para mejorar la calidad del hilado, hicimos cajas, envoltorios, pero queremos que la fábrica esté acá, donde nacimos y hacemos las prendas».

También están haciendo contactos y gestiones para mejorar los precios de las lanas; este año los de la llama están muy bajos. Por la sequía se sacrificaron animales y el kilo ronda los 50 pesos (se pueden sacar unos 60 kilos por llama); mientras que el de vicuña es mucho más caro, 900 dólares.

Quispe se lamenta del desconocimiento general acerca del costo que implica cuidar un animal, del tiempo que lleva y de que sólo se esquila a cada ejemplar una vez cada año y medio o dos.

Sigue convencida de que las Warmi no pueden desviarse de su propósito social porque en la Puna «seguimos con escuelas rancho, con letrinas en las casas, sin rutas para mover lo que hacemos hasta las ciudades».

Generar trabajo y capacitar son, a su entender, las claves para crecer. En tres meses espera tener funcionando la fábrica de té de hierbas de la Puna y de otras más conocidas que traerán desde Salta o Tucumán. «Haremos saquitos con la W que estarán en todo el país», se entusiasma la emprendedora jujeña.

Préstamos solidarios

4000

Fondos

Son los microcréditos que han otorgado las Warmi en la última década, con un promedio de préstamo que oscila entre los 8000 y 10.000 pesos, financiando desde la refacción de viviendas hasta la compra de herramientas de trabajo.

Por

Gabriela Origlia

LA NACION

Compartir